La convivencia familiar
La etapa adolescente
(segunda y última parte)
Julio E. Hernández Elías
En el número anterior, mencionamos las características del inicio en la adolescencia cuando el joven, debido a los cambios experimentados, sufre un desajuste en la confianza en sí mismo y, por tanto, trata de encontrar una identidad propia. Hacia el final de esta etapa y antes de entrar a la adultez psicológica y social, debe realizar una síntesis gradual del pasado y el futuro, estabilizar en sí mismo la búsqueda de identidad sexual, de edad y de ocupación.
Después de los 16 años, la mayoría de los adolescentes buscan un sentido de mismidad, asumiendo compromisos y roles previamente elegidos entre muchos posibles, para realizar la integración gradual de la identidad del yo (la cual es más amplia que una persona o que el ideal del yo) y asume con fidelidad su nueva posición como sujeto psicosocial, económico y cultural. Esta identidad del yo es más universal y los ayuda a intuir un futuro más amplio y prometedor.
Erikson advierte que muchos adolescentes, en la etapa previa a la adultez, enfrentan un continuo problema de difusión de la identidad en relación con sus propias posibilidades y con el lugar que les espera en la sociedad. El joven se sigue preguntando ¿quién seré?, en la medida en que no ha encontrado apoyo suficiente en otros adultos, en la familia o en la sociedad. Muchos jóvenes resuelven este dilema eligiendo una identidad contraria a la que la sociedad le sugiere, antes de permanecer como un ser anónimo. En estos casos se habla de identidad negativa, la cual refleja los intentos de controlar las situaciones en las que la identidad positiva resulta inasible; una identidad negativa es preferible a la falta de identidad: si no puede ser quien quiere ser, es mejor ser lo contrario que no ser.
"Salir del ámbito familiar y escolar para ingresar en un nueva escuela, y compartir con nuevos padres y nuevos desafíos de aprendizaje, ayudan a desestabilizar su confianza básica. Lo mismo ocurre con los jóvenes que salen a buscar un trabajo que no encuentran, con el agravante de que, en muchas sociedades, se divulgan mensajes que pretenden acusar por su desocupación a los mismos jóvenes. Esto sucede cuando se afirma que "no consiguen trabajo porque no están capacitados". Si bien la capacitación es una variable, no es la única en la búsqueda de trabajo. Al omitirse la idea de que los puestos de trabajo han disminuido, el joven desocupado se descalifica, disminuye la autoestima y lo domina una intensa desconfianza en sus posibilidades.
A medida que va resolviendo su situación escolar y se forma una relación afectiva más estable con la familia al final de esta etapa, va recuperando la confianza. Esta puede salir hasta fortalecida a medida que el joven va superando las situaciones problemáticas, y, sobre todo, si cuenta con el apoyo comprensivo de familiares, maestros y jefes.
Para el joven, abandonar la escuela significa un fracaso. Si el adolescente continúa en la escuela se ayuda a recuperar y fortalecer la confianza en sus posibilidades. El adolescente suele convencerse de que los estudios no son para él y duda de sus capacidades intelectuales. Es muy importante que el adolescente sea sostenido por la escuela y la familia para que complete el ciclo medio y fortalezca su confianza.
Al concluir la adolescencia temprana el joven realiza un avance importante en el logro de la autonomía. Aún no está en condiciones de manejarse solo, pero ha hecho progresos que le permiten un buen reconocimiento de su cuerpo, ha comenzado a diferenciarse de los adultos, ha realizado planes pensando en un futuro relacionado con el trabajo y, en algunos casos, ha realizado un aprendizaje escolar con mayor independencia del medio familiar que durante la escolaridad primaria.
En las comunidades que tienen espacios organizados para la participación juvenil (clubes, iglesias, asociaciones vecinales, partidos políticos, etcétera.), los jóvenes logran incorporarse a actividades colectivas y cooperativas que les permiten efectuar aprendizajes sociales importantes: Observan una serie de estilos de participación y sus problemas, y aprenden a distinguir entre mecanismos institucionales democráticos, paternalistas y autoritarios.
Cuando los ámbitos laborales o escolares se transforman en campos de lucha entre jóvenes y adultos, se deforman los aprendizajes independientes porque se centran en estrategias de engaño, complicidad y ocultamiento. Algunos adultos pierden la capacidad para analizar, evaluar y decidir, sin poder arreglar los conflictos, lo que aumenta la distancia entre ellos y los jóvenes.
La falta de trabajo conduce a que los jóvenes trabajen con la familia. Esta situación puede aumentar los enfrentamientos, ya que los padres (con quienes se da la ruptura para completar la autonomía) son los mismos adultos con quienes se enfrentan por cuestiones de trabajo. Para los padres no es fácil ejercer una disciplina congruente, en la medida en que no se especifiquen los límites entre los espacios de relación familiar-paterno-filiales de los de relación obrero-patronal. Además, es en esta etapa que se vislumbra el futuro que los jóvenes se imaginan y hacia el que tienden.
Sin embargo, hay situaciones en las que los jóvenes tienen que tomar decisiones que corresponden a los adultos, asumiendo así responsabilidades excesivas para su edad. Esto no los prepara para la autonomía, sino que significa que hagan una adaptación deformada, con un alto costo para sí mismos. Inclusive puede producir el efecto contrario, ya que las decisiones independientes para las que uno no está preparado provocan temores, fracasos y dependencias.
Para tomar la mayoría de sus decisiones el adolescente precisa que un adulto lo acompañe: para recibir información, escuchar una opinión, conocer a alguien que haya tenido que optar como él en situaciones semejantes, etcétera. Esto no debe confundir al adulto y hacerle creer que al consultarlo el joven está obligado a ejecutar y elegir según los criterios que el adulto expuso. Es posible que al joven le sirvan los criterios del adulto para decidir algo distinto de lo que el adulto espera. Este apoya, pero quien decide es el joven.
Disentir, opinar de manera original en la escuela, la familia o el trabajo y fundamentar dicha opinión con tolerancia para con otros puntos de vista, son manifestaciones de la independencia y autonomía de juicios y razonamientos alcanzada por el adolescente. La autonomía le permite integrarse en las instituciones y cumplir con las tareas en que se ha comprometido, sin necesidad de controles externos, pero con la orientación que deben dar los adultos de su entorno.
Se puede tomar algunas acciones con los propios adolescentes y otras con los adultos encargados de ellos. Entre las primeras están aquéllas con la que se trata de reforzar los rasgos de los jóvenes para que ellos mismos puedan tomar el control de sus vidas y afrontar dificultades con las mejores herramientas. Cabe mencionar las siguientes medidas:
o Estimular el desarrollo de las capacidades de escuchar, de expresión verbal y no verbal, y de comunicación en general.
o Fortalecer la capacidad de manejo de la rabia-enojo y de las emociones en general.
o Reforzar la capacidad de definir el problema de optar por la mejor solución y de aplicarla cabalmente.
o Ofrecer preparación para enfrentar las dificultades del ingreso al mercado de trabajo.
o Entre las medidas que se puede tomar con padres y educadores cabe mencionar las siguientes:
o Reforzar los conceptos de protección familiar y procreación responsable.
o Fomentar la habilidad de reconocer esfuerzos y logros.
o Desarrollar la capacidad de comunicación afectiva con los adolescentes.
o Aclarar los roles desempeñados dentro de la familia y favorecer el establecimiento de límites razonables para cada uno de los miembros.
o Favorecer la presencia de, al menos, un adulto significativo para el adolescente.1
Nuestra siguiente entrega: el adulto joven.
Para consultar:
Manual de identificación y promoción de la relisiencia en niños y adolescentes, Organización Panamericana de la Salud, 1998. Bien vale la pena reproducirlo para su difusión.