Adicción a la Internet
Fernando Pérez del Río
Hace poco, en el portal de Navegalia, donde se pueden hacer preguntas al resto de los navegantes, un internauta preguntó si los chats son adictivos; los propios navegantes contestaron en 85% que sí, teniendo presente que detrás de la alienación de una adicción está el borramiento, el vacío. Y es que cada día es más frecuente encontrarse con navegantes que reconocen estar más que enredados en la red, por ejemplo: estar conectado 40 horas a la semana; tener un gasto alarmante en teléfono si eres de un país como Uruguay que aún no tiene tarifa plana; tener una personalidad enmascarada bajo tu nick; estar ansioso por ver tu correo cada hora. Hay un caso en la localidad de Lake Country, Florida, de una mujer que perdió la custodia de los hijos por desatenderles; la mujer en cuestión no se despegaba de la pantalla ni para comer. Es aquí donde la adicción interfiere deteriorando la vida cotidiana, donde el límite de la adicción empieza a ser más que evidente.
Pero en cuanto a las adicciones a la Internet no existe todavía un modelo teórico suficientemente claro. Unos hablan de la dependencia sin sustancias, otros elaboran teorías sobre la incomunicación de la sociedad o adicción. Otros dicen que no existe conciencia de enfermedad, algunos otros lo consideran demoníaco y apelan al ascetismo, y otros hacen comparaciones como la Universidad de Harvard en donde compararon la adicción a la Internet con el uso moderado de alcohol, etcétera. Pero en lo que todos parecemos estar de acuerdo es que existen problemas previos a la adicción.
Ni siquiera encontramos una palabra única, consensuada, que lo defina, ya sea adictos a la Internet, enganchados, hiperenredados, ciberadictos, adictos invisibles, argonautas, internetadictos, etcétera. A toda esta pequeña confusión de la contemporaneidad habría que añadir que nos encontramos adictos, por ejemplo los ludópatas, que no hacen más que cambiar el soporte de su adicción. Concretamente, la ludopatía sería la forma más destacada de adicción por su peligrosidad; según algunos autores, el llamado ciberjuego o juego compulsivo a los juegos de azar, refiriéndose más bien no a play vocablo anglosajón que significa entretenimiento, sino al gamble, vocablo utilizado para denominar el juego donde se arriesga algo a cambio de la posibilidad de conseguir una ganancia, cuyo resultado depende en gran parte del azar.
Algunos clínicos afirman que el poder adictivo de los casinos virtuales "de siempre reconocida dudosa fiabilidad" es aún más intenso que el de los casinos reales, aunque esto todavía está por verificar operacionalmente. No obstante, es evidente la buena disposición de este soporte donde el anonimato es absoluto a la hora de jugar por la Red, donde la facilidad de acceso al objeto de consumo es tan simple como tener número de tarjeta y ser mayor de edad.
Como casi siempre la alarma nos llega de Estados Unidos, pero en España, después de realizar un pequeño sondeo, hemos podido verificar, en primer lugar, que de 30 ludópatas encuestados, con edades comprendidas entre 20 y 30 años, 80% no conocían ni la existencia de estos casinos virtuales, es más, ninguno de ellos había apostado nunca en ellos. En la actualidad, no podemos decir que estemos lejos de este problema ya que puedes encontrar banners de estos casinos virtuales por toda la Red.
Por otra parte, encontramos que el entretenimiento favorito de los niños, en 70 %, son los video-juegos cada día más elaborados. Encontramos que algunos jóvenes de este amplio colectivo se pasarían horas y horas delante del monitor o consola en mano; las consecuencias de estos excesos se reflejarían en un bajo rendimiento académico, relaciones familiares escasas o malas. Una especie de autismo del goce que produciría una disolución del vínculo social. Aunque parece haber consenso en que la pasión por los videojuegos sería, en general, pasajera y tras la novedad de un determinado juego decaería paulatinamente el interés por jugar.
Las características demográficas de los adictos también van variando. En función de la accesibilidad del medio, antes eran varones acomodados de entre 30 y 40 años, de profesión liberal y con un nivel cultural medio alto. Eran quienes en un principio tenían el acceso a la Red. Hoy por hoy, incluimos en estos factores sociodemográficos a mujeres, adolescentes, parados, prejubilados, amas de casa, todos ellos unidos por los mismos problemas asociados a su adicción, irritabilidad, trastornos afectivos, depresión, dolores de cabeza, espalda, problemas en la escuela o trabajo, etcétera.
En cuanto a los adictos al sexo por Internet, el cibersexo, se podría decir que nos apuntan de nuevo desde Estados Unidos, que podrían existir en aquel país aproximadamente 20 millones de sujetos que frecuentan más de 10 horas a la semana cualesquiera de las miles de direcciones pornográficas que existen en la Red. En relación con este estudio, se observó que estas personas adictas al sexo por Internet tienen más problemas a la hora de relacionarse con el otro sexo, dificultad de comunicación, y que manifestarían una tendencia a la violencia, concretamente violencia doméstica, tendencias impulsivo agresivas, se divorciarían más (ya existe una asociación de mujeres divorciadas de sus maridos adictos a Internet), y son, por lo general, propensos al aislamiento. En este estudio, estos reiterados visitantes de páginas con contenidos sexuales no reconocerían su dependencia; ellos afirmaron que en cualquier momento podían dejar de visitar estos portales sin tener ningún problema.
Sobre la temática del cibersexo, adictos al sexo por la Red, existe el debate de si es un medio o un fin. Si me permiten, estamos ante la utilización de la Red como un medio para obtener material pornográfico y no como un fin. También habría que analizar más profundamente esta categoría, incluso, si debiésemos considerarlo una variante del voyeurismo, ya sea auditivo o visual. E incluso habría que empezar a revisar los criterios diagnósticos del trastorno del control de los impulsos, y el mismo constructo teórico de adicción.
Por último, la Internet también es una nueva vía de canalización para los compradores compulsivos, la llamada cibercompra. Habría que empezar diciendo que tres de cada cinco personas considera que comprar es un placer, es decir, aproximadamente un tercio de los consumidores adultos tienen ganas en exceso de comprar o descontrol en el comprar productos. Esta gran parte de la población no llegaría a ser de tipo compulsivo pero sí nos puede dar una idea de la enorme población de riesgo viendo solo la punta del iceberg de este problema. De la literatura al respecto no podríamos dar un porcentaje claro de la gente que está afectada; los estudios que van apareciendo en la Red siguen siendo por lo general de dudosa metodología; en ellos, por ejemplo, no suele constar la fiabilidad ni la validez del estudio, así que es más que difícil calcular el número de afectados. Pero si nos dejamos llevar por lo que dice la mayoría, sólo el 3% de los navegantes sería verdaderamente adicto a las compras por Internet como adicción patológica a consumir compulsivamente; comprar productos nuevos e innecesarios, o en los prolíficos de segunda mano que todos conocemos en la Red. En este punto, la literatura al respecto nos habla de que son sujetos emocionalmente inmaduros, ingenuos, personas con problemas de aislamiento; nos habla de insatisfacción personal y que son personas muy influenciables por los anuncios, por la publicidad. Para terminar, me permitiré compartir una anécdota jocosa: Hace poco, recibí un simpático correo electrónico de un amigo hiperenredado y feliz en su enredo, el cual me contaba que el mejor amigo del hombre ya no es el perro sino la tarifa plana.
Nota
Psicólogo. Terapeuta en PH