A propósito de las drogas: cuando la sociedad de la comunicación desinforma

Los medios de comunicación contribuyen más a la desinformación sobre la problemática de las drogas que a una lectura crítica del fenómeno
Los medios de comunicación protagonizan hoy cualquier suceso hasta el punto de que la realidad no existe si ellos no están presentes en el acontecimiento y lo difunden.

A propósito de las drogas:
cuando la sociedad de la comunicación desinforma

Amando Vega*

Los medios de comunicación contribuyen más a
la desinformación sobre la problemática de las drogas
que a una lectura crítica del fenómeno.

Los medios de comunicación protagonizan hoy cualquier suceso hasta el punto de que la realidad no existe si ellos no están presentes en el acontecimiento y lo difunden. En este sentido, los medios de comunicación tiene mucho que ver con el fenómeno de las drogas y conviene conocer su influencia.

En 1973 la unesco reconoció que los medios de información representan un poderoso medio de acción para formar actitudes y transmitir conocimientos en materia de drogas. Pero también es evidente que el contenido de la información transmitida por los medios de información es en general muy poco satisfactoria, pues detrás de los medios de comunicación social están grandes poderes económicos y políticos, quienes ofrecen a la sociedad los mensajes que a ellos les interesan (Vega, 1995). Dentro de una escala de poder, el económico ocupa el primer lugar, el mediático el segundo y, en tercer lugar, el poder político.

Y es aquí donde conviene recordar que la problemática de las drogas, sobre todo de las ilegales, se presta con facilidad a manipulaciones ideológicas y políticas.

Resulta evidente que las principales fuentes de información sobre las drogas proceden de servicios controladores de la sociedad: jueces y policías, quienes ofrecen información que responde a intereses muy concretos. Urge, por esta razón, liberarse de la información parcial o interesada que ofrecen los medios de comunicación.

El fenómeno de las drogas en los medios de comunicación

¿Cuál es el problema real del consumo de drogas en la sociedad? ¿Qué factores provocan, favorecen o refuerzan la existencia de nuestra sociedad intoxicada? ¿Qué tipo de información se suele ofrecer sobre las drogas? ¿Qué consecuencias puede tener su consumo en el trabajo profesional? ¿Hasta dónde llega la propia responsabilidad ante esta problemática? ¿Cuál sería el papel de las instituciones? Preguntas como estas deberían tenerse en cuenta como primer paso antes de intervenir en el llamado problema de las drogas.

Si se analiza la información transmitida sobre las drogas, se descubren aspectos que clarifican su papel de control social. En el primer trabajo de análisis de contenido sobre drogas en la prensa española, elaborado por Mendoza, Sagrera y Vega en 1978 (Vega, 1993), y centrado en las revistas de mayor difusión del periodo 1970-1976, se concluye que la información sobre drogas de la prensa española:

1. tiende a desarrollar un verdadero mito en torno al tema de las drogas;
2. es poco coherente, lo que lleva a dudar de su veracidad;
3. intenta producir miedo en los lectores y
4. intenta salvar los valores del sistema social establecido.

Estas posiciones no parecen mejorar con el transcurrir de los años. A pesar de los debates en torno a la temática, los medios de comunicación social siguen actuando con sus planteamientos característicos, cargados de imprecisiones y sensacionalismo.

En esta misma línea, resultan expresivas las conclusiones a las que llega el estudio sobre la imagen de la drogadicción en la prensa española hecho por el Plan Nacional sobre Drogas (Prieto, 1987), donde la droga aparece unida al ámbito delictivo. En los anuncios destacan policías, políticos y jueces (55,5%) seguidos por traficantes (29,8%) y los consumidores (14,7%). La imagen de la droga resalta por su indeterminación; se transmite la idea de que el orden social triunfa claramente en la batalla contra las drogas, a través de la represión institucionalizada.

En el estudio de Costa y Pérez (1989) sobre la droga en la televisión, los principales valores asociados a la información son: negocio (43,8%), inseguridad ciudadana (22,9%) y enfermedad (10,4%). En el análisis de contenido sobre la prensa gallega (Camba y otros, 1991) los artículos relacionados con el tráfico-comercio-redes dominan sobre otros aspectos relacionados con el problema de las drogas. Según Froján y otros (1994), el problema se define como "realización de actos calificados como ilegales y/o inadecuados". Las causas son "las aptitudes antisociales y/o inmorales" y los efectos son "la degeneración de la sociedad y de las personas". La respuesta a esta situación será la "detención y sanción legal y moral de los sujetos".

Para la sociedad es menos traumático y más estético exteriorizar la "enfermedad social", señala Younis (1993) en su análisis de prensa durante 1990 y parte de 1991.

Así, el relato de la prensa configura "construcciones ideológicas" a través del discurso represivo-institucional de las drogas ilegales y la promoción de las drogas legales (Vega, 1995; Fernández-Cid y otros, 1996; Vega, 1997; Arana, Vega, 1998). Se comprende así que la información concentre el mayor número de noticias sobre las drogas ilegales, resaltando aspectos muy concretos: el tráfico de drogas, el protagonismo de la policía, la tensión entre el Estado y el narcotráfico.

La información como control social
Los medios de comunicación contribuyen más a la desinformación sobre la problemática de las drogas que a una lectura crítica del fenómeno, por lo que estimula a la ausencia de compromiso social de la población.

Younis (1993) señala que los medios actúan "a modo de brujos modernos que conjuran la droga como conflicto propio de la sociedad global que la elabora y construye". Sánchez y Ongil (1989) sostiene que los medios actúan como controladores sociales. La noticia, construcción social de la realidad, valora aspectos de interés para el poder establecido (Aniyar, 1987). En las noticias sobre las drogas el toxicómano aparece unas veces como víctima y otras como delincuente, mientras los grandes protagonistas son los policías, los jueces y los traficantes. Las noticias provocan y refuerzan el sentimiento de inseguridad de la población, sin facilitar un análisis del problema real.

Tras una información inflada sobre las drogas se oculta una visión simplista del problema, donde se resalta la responsabilidad individual y la intervención del aparato represivo, sin mayor compromiso social. No extraña que la población española considere la droga como uno de los mayores problemas sociales, al mismo tiempo que rechaza a los drogadictos por considerarlos causantes principales de la inseguridad.

Los contenidos y actitudes específicos relacionados con las drogas ocultan valores e intereses de la cultura dominante, por lo que los medios de comunicación social convierten su relación con la problemática de las adicciones en un medio más de control social. A través de la información se puede constatar que en el tratamiento del problema se reduce la complejidad, se refuerzan las normas sociales, se da ilusión de participación, no se admite réplica, se crean actitudes y prestigios, al mismo tiempo que se desvía la atención de otros problemas, movilizando a la población ante medidas autoritarias.

Al mismo tiempo, no se distingue entre información, opinión y publicidad. Se entiende así el neologismo propuesto por Massó (1993) para considerar las noticias light, aproximación entre los anuncios y las noticias: las notuncias.

Responsabilidad social de los medios de comunicación social
Nadie niega que los medios de comunicación deben responsabilizarse ante la problemática actual de las drogas legales e ilegales. Los medios de comunicación social deben informar con objetividad, sin actitudes moralizantes ni condenatorias.

Educar con los mass media, señala Taddei (1979) significa liberarlos de la masificación. Por consiguiente, el objetivo de la educación se reduce a reflejar la necesidad que tiene el hombre contemporáneo de ser libre de la masificación imperante en los mass media.

La educación preventiva a través de los mass media exige, también, resolver contradicciones como ser la base publicitaria del alcohol, el tabaco y los medicamentos; es decir, las drogas de uso legal. Al mismo tiempo, no debe caerse en los errores tantas veces achacados a los medios de comunicación social en aras de la objetividad. Por ello conviene siempre que estos medios:

o dejen de prestar una atención selectiva y negativa;
o distingan entre los diversos tipos de drogas;
o hagan diferencias entre las modalidades de consumo;
o insistan más en los antecedentes y circunstancias sociales que favorecen el consumo;
o adopten una postura más crítica y activa de cara a las soluciones;
o presenten el problema sin traumatismos ni prejuicios y en toda su complejidad.

Con este objetivo, el saodap (Executive Office of the President, 1974) ofrece orientaciones para tratar el problema. Por una parte señala una serie de mensajes que han demostrado ser contraproducentes y que, por lo tanto, deben ser excluidos en la información:

o el uso de la droga X siempre produce el efecto Y;
o el consumo de la droga X nunca produce el efecto Y;
o las drogas son el único peligro;
o sólo existe el abuso de las drogas ilegales;
o el abuso de drogas es un problema exclusivo de los jóvenes.
o el miedo parte del abuso de las drogas;
o sólo existe un modelo de tratamiento válido;
o mostrar la forma de utilizar y consumir las drogas ilegales y
o todo tipo de estereotipos.

Por otra parte, el saodap recoge una serie de mensajes recomendables para transmitir en la información:

o el efecto de las drogas está en función de la dosis, el método de administración, la frecuencia de uso, el entorno individual y social;
o el problema de las drogas es complejo; no hay respuestas fáciles; no existen dos consumidores iguales.
o la sociedad debe reconocer sus contradicciones ante el uso de sustancias químicas que alteran el estado del ánimo, al considerar unas legales y otras ilegales;
o el abuso de las drogas es un problema social, no médico exclusivamente;
o la gente joven necesita imágenes positivas más que el refuerzo de los tópicos existentes sobre la muerte de los drogodependientes;
o La gente puede promover soluciones al problema de las drogas a través de una mejor comunicación entre jóvenes y adultos, con la aceptación de estilo de vida alternativos, asumiendo la propia responsabilidad, con la valoración de estructuras en las que la gratificación inmediata no sea el objetivo principal.

Todo esto nos lleva a la necesidad de generar una nueva información sobre las drogas apoyada en la objetividad, sin perder de vista la complejidad de la problemática, al mismo tiempo que se estimulan respuestas preventivas  terapéuticas. En este sentido, se puede decir que los medios también necesitan de un proyecto educativo en relación con las drogas, si de verdad quieren cumplir con este compromiso social. El objetivo final es conseguir que los individuos puedan tomar decisiones responsables ante las drogas, sean legales o ilegales.

Las actividades informativo-educativas sobre las drogas que pueden llevar a cabo los medios de comunicación social pueden ser, en este sentido, muy variadas. Pero la más importante es que las noticias sobre las drogas aparezcan en los medios de comunicación sin dramatismos y con la  mayor objetividad, de forma que el espectador quede más enriquecido para tomar sus propias decisiones.

Al mismo tiempo, los mass media pueden contribuir a que la sociedad perciba al ex-drogodependiente como una persona normal, sin prejuicios de ningún tipo. Aquí los medios de comunicación social pueden jugar un papel clave, colaborando tanto con los programas de prevención como con los de tratamiento y reinserción, sin etiquetas de enfermo o delincuente, contribuyendo así a la formación y solidaridad de todo el público.

Hacia una ciudadanía crítica
El ciudadano tiene que ser muy consciente de las contradicciones de los medios de comunicación social para no quedar atrapado en la incoherencia y parcialidad de éstos al tratar todo lo relacionado con las drogas.

Aunque no se pueden negar las aportaciones de los medios de comunicación en la prevención del abuso de las drogas, tampoco se pueden olvidar sus limitaciones: la desinformación, que no sólo viene de la ausencia de ciertos contenidos, sino también de la parcialidad de sus planteamientos, como de convertirse en altavoz de cuestiones problemáticas, más preocupados por lanzar noticias novedosas e impacientes que de sensibilizar a la población.

Los medios de comunicación social han jugado y juegan un papel central en la popularización de esas sustancias denominadas drogas, utilizando casi siempre un modelo internacional que une las nuevas drogas con otros objetos de consumo masivo.

Por otra parte, a través de los discursos utilizados en los medios de comunicación social puede verse cómo se abandona "toda una reflexión que conduciría a exigir a las autoridades políticas una explicación sobre los eslabones de la cadena que relacionan al consumo con la producción y el tráfico y se acepta de antemano como adecuada la respuesta que se centra en la acción policial, al mismo tiempo que se otorga al médico-científico la posibilidad de constituirse en nuevos agentes de control moral sobre la ciudadanía" (Fernández-Cid y otros, 1996).

NO conviene, pues, idealizar la función informativa de los medios. La comunicación no es una simple transmisión de informaciones. Informar es dar forma, dar un sentido, es dar espíritu a unos contenidos.

Al contrario, con palabras de Freire (1994), urge "dominar esos lenguajes y sus mecanismos de producción, comprendiendo el subtexto de los mensajes vehiculados, conseguir identificar condicionamientos implícitos, revelando el real sentido de l que es comunicado, en una dimensión de lectura crítica". Por este camino podremos llegar a una ciudadanía crítica y transformadora.

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